Por Alexander Martínez.
La historia de nuestro interesante personaje, inicia con su nacimiento en 1670 en el seno de una familia acomodada, lo que implicaba que podía haber pasado toda su vida relajándose, viviendo de fiesta en fiesta y codeándose con la alta alcurnia de su sociedad; pero como verás, ese no era el estilo de vida que ella querría.
Su padre, Gaston d’Aubigny, era el secretario del conde de Armagnac el Gran Escudero de Francia, una posición que implicaba ser el responsable de entrenar al rey Luis XIV y mantener los establos reales, era además bastante liberal en cuanto a la educación femenina se refiere, educó a su hija como se exigía en sociedad, no le faltaron las habituales enseñanzas de una señorita, pero tampoco iba a permitir que su hija fuera recatada y delicada como todas las demás, antes bien, la entrenó de la misma manera que entrenaba a los escuadrones del rey enseñándole disciplinas como la esgrima y la equitación; él personalmente la entrenaba y de paso le contagió costumbres más mundanas como beber en exceso, apostar y pelear a puño limpio para defender su honor cuando fuese insultado.
Julie D’Aubigny inició pronto su vida libertina y aventurera, ya que a pesar de que su entorno era masculino, aprendió pronto las artes de la seducción, y a los 15 o 16 años se convirtió en la amante del jefe de su padre, el conde de Armagnac, a través de quien logró entrar en la corte. Y es que Julie era sobresalientemente hermosa y atractiva, con una personalidad fuerte y decidida que pronto resultó ser algo más de lo que él podía manejar y terminó casándola con un tal Visconde Maupin para deshacerse de ella. A “Mademoiselle de Maupin” le gustaba vestirse de hombre, aunque jamás escondía su sexo, y era tan buena con la espada que llegó a ser una de las más conocidas espadachinas y duelistas de la época.
Como era de esperar, Monsoir Maupin se cansó del comportamiento excéntrico de su joven esposa y pidió un traslado a alguna de las colonias francesas de ultramar, solicitud que el conde de Armagnac tramitó con prontitud, esperando que ésta siguiese al marido. Pero Monsoir Maupin no fue ningún factor determinante en la vida de nuestra aventurera, lo único que realmente le había provisto eran el anillo de bodas, un titulo y dinero, que posteriormente permitieron a Julie usar junto con su estatus marital para poder llevar una vida promiscua, cosa que no habría logrado como una mujer soltera; así que la chica se negó a acompañar a su esposo y siguió viviendo en París; donde poco a poco fue ganándose fama de duelista, llegando a batirse con aristócratas jóvenes en encuentros que solían terminar en sangre.
También se hizo amante de un tal Serannes, maestro muy hábil de esgrima, que mató en un duelo a un hombre en 1688, y tuvieron que abandonar París y establecerse en Marsella. Allí Serannes, le enseñó todo lo que sabía de esgrima y se ganaban la vida dando espectáculos de lo mismo; ella, obviamente, se vestía de hombre, y llamaba más la atención. Pronto, la estudiante superó al maestro y al aburrirse de él, lo abandonó.
La Maupin siguió en Marsella dando exhibiciones de esgrima y perfeccionando su habilidad. Básicamente, trabajaba así: desenvainaba su espada, cantaba una o dos canciones y retaba a cualquiera de la audiencia a que se batiera en duelo con ella; si alguien se atrevía a aceptar el reto ella les cantaba alguna canción humillante y los vencía. Se dice que su habilidad con la espada era tan deslumbrante que en cierta ocasión alguien de la audiencia gritó que en realidad la Maupin era un mosquetero travesti, ella respondió rasgando su blusa y gritando a la audiencia que juzgaran por ellos mismos.
Eventualmente, las exhibiciones de esgrima la condujeron a encontrar una carrera diferente como cantante de opera, y es que cierta ocasión, entre la multitud se hallaban algunos personajes importantes de la opera de París, que al escuchar el registro de su voz contralto, quedaron tan impresionados que pensaron que ella podía hacer mejores cosas que dar espectáculos callejeros.
Así fue como en el intervalo de unos cuantos meses, la mujer conocida en Marsella como “La Maupin”, pasó de ser una cantante callejera a una de las actrices principales en la casa de opera más respetada de su tiempo, interpretando papeles mitológicos como Pallas, Atenea, Medea, Dido, etc. Además de sus habilidades dramáticas y su talento musical innato, algo que ayudó a Julie a sobresalir fue su casi memoria fotográfica, así que raramente tenía que leer sus líneas más de una vez para poder memorizarlas.
Sobra añadir que su fiero temperamento la llevó a seducir a la mayoría de los actores y actrices de esa casa de opera y a retar a alguno que otro. Por ejemplo, se cuenta que una ocasión un actor con actitud de divo insultó a una de las actrices, amiga de Julie, en los camerinos, así que ella le exigió mostrar más respeto a la dama. En pocas palabras, él la mandó al diablo, así que más tarde esa noche, mientras el divo caminaba a su casa, la Maupin salió a su encuentro y lo retó a un duelo de honor, al negarse a aceptarlo, ella lo golpeó y lo dejó tirado en la calle, no sin antes quitarle su reloj de bolsillo. Al día siguiente cundo los demás actores le preguntaron que le había sucedido, él dijo que había sido atracado por unos sujetos, pero tan pronto como lo mencionó, la Maupin sacó el reloj de bolsillo que le había quitado y lo llamó un cobarde mentiroso, para terminar de humillarlo, lo obligó a arrodillarse y suplicar perdón.
Pero no todo en su vida fueron duelos y amoríos masculinos, como mencioné al inicio del artículo, Mademoiselle D’Aubigny también disfrutaba seducir mujeres y una de sus historias más interesantes tiene que ver cuando en cierta ocasión se enamoró de una jovencita y comenzaron una relación lésbica. Tan pronto como la familia de la joven se enteró y se escandalizó, la encerraron en un convento, pensando que tal vez así la Maupin se alejaría de ella; pero nada más lejos de la realidad. Julie planeó todo para volver al lado de su enamorada; tomó los votos sagrados y entró al convento como una novicia, tiempo después desenterró el cuerpo de una monja recién fallecida y lo colocó en la cama donde dormía su chica para posteriormente provocar un incendio que causara confusión y poder huir juntas, después de lo cual mantuvieron su relación por al menos por tres meses más, hasta que también se cansó de aquello. Cuando la chica regresó con su familia, Julie D’Aubigny fue acusada de secuestro, robo de cadáver y de incendiar el convento, por lo que prefirió huir del lugar y volver a Paris, travesía que le llevaría varios meses porque solía detenerse en las tabernas y cantar en ellas. Pero al sur de Tours le esperaba otra aventura que le cambiaría la vida.
Resulta que en cierta taberna, un trío de borrachos se burlaron de Julie mientras interpretaba sus canciones vestida de hombre, así que la estrella de la Ópera de París los retó a un duelo, llevó a los tres al patio y cuando se lanzaron al mismo tiempo con sus espadas, ella desenvainó la suya y se aseguró de que cada uno sufriera múltiples puñaladas; a uno de ellos, el joven hijo del duque de Luynes, lo hirió en el hombro. Al día siguiente luego de enterarse de que era mujer, insistió en que nadie más que ella lo atendiera, la Maupin aceptó y se presentó con su nombre de soltera, y al final terminó por seducirlo y ocuparse de él implacablemente durante unas tres semanas seguidas. Al parecer le agradó tanto su compañía que desde ese momento y hasta su muerte sería su principal pareja, aunque ambos tuviesen infinidad de amantes.
Una última historia que cabe resaltar sobre la Maupin ocurrió durante un baile real en el palacio del rey Luis XIV, asistiendo como invitado del hermano de Luis, el príncipe Felipe de Francia. Ella se presentó a la fiesta vestida como hombre, con túnica escarlata, e inmediatamente comenzó a bailar con las damiselas del lugar. Todo estaba bien considerando su fama, pero cuando La Maupin tuvo la audacia de besar con la lengua a una marquesa rubia particularmente atractiva justo en frente de la familia real, tres nobles se desquiciaron y le reclamaron empezar a actuar como una dama y dejarse ya de esas costumbres, grave error. Mademoiselle Maupin se ofreció a llevarlos afuera para retarlos y derrotó a los tres en tres duelos consecutivos, para posteriormente retornar a la fiesta como si nada hubiese ocurrido. Al final, este evento provocó un pequeño revuelo, así que mientras esperaba que las cosas se enfriaran un poco, decidió ir a Bruselas por un tiempo, donde tuvo una aventura con un príncipe alemán, que resultó ser el encargado de gobernar los Países Bajos españoles o Flandes.
Julie D’Aubigny, la chica más ruda que produjo Francia en el siglo XVII, eventualmente se calmó un poco, regresó a su casa en París, se reunió con su esposo y retomó su carrera como estrella de la ópera parisina. Fue una mujer ardiente y apasionada con una vida novelesca. Murió en 1707 por causas desconocidas a la edad de 37 años, vivió rápido, murió joven y dejó un cadáver bien parecido.
1 comentario
ufff,menudo curriculum