El COVID-19 ha estado presente en gran parte de la población mexiquense, y los olvidados de la pandemia podrían ser los “panteoneros”, “sepultureros” o encargados de los cementerios, quienes ven entrar, pero no salir a los habitantes de estos lugares.
Cerrados completamente al público, es como permanecen los camposantos del Estado de México, lucen tristes y se podría decir abandonados, sólo se observan trabajadores que abren o cierran fosas de victimas que desafortunadamente no libraron la dura batalla del coronavirus.
Domingo, encargado del panteón San José, ubicado en la delegación de San Jerónimo Chicahualco, del municipio de Metepec, de unos 60 años de edad, con mirada firme y consiente de que el COVID-19 existe, muy seguro, dijo, “yo no me acerco a ningún entierro, solo los muchachos”.
En una breve charla comentó que la actividad en el camposanto de marzo a la fecha sin duda ha cambiado, pues el entierro de difuntos sin duda ha crecido de manera considerable, siendo la mayoría por coronavirus.
En un mes normal entraban de 2 a 4 difuntos, pero ahora con el COVID-19 el movimiento es constante, donde por día se tienen hasta cuatro sepelios, reduciendo también el ingreso de los familiares al mismo.
Tan solo el mes pasado (junio), se registraron 12 entierros todos por COVID, en los cuales, los muchachos trabajan solamente en preparar las fosas y una vez que llega la carrosa, el féretro va directo al hoyo y se tapa.
En algunos casos, la misma caja viene emplayada o envuelta en plástico, a fin de evitar que quienes se encargan de sepultar a los muertos estén lo menos posible expuestos al virus.
Donde la protección de los sepultureros consta de cubrebocas normal y guantes de latex, insumos que los mismos trabajadores compraron para poder trabajar.
Cabe mencionar que en varios municipios, como Lerma y San Mateo Atenco, los delegados han expedido reglas para impedir que lleguen difuntos de otros lados, especialmente de la CDMX.