Por Alexander Martínez.
Cuando en la antigüedad se estableció el sedentarismo como forma de vida y empezaron a formarse las primeras civilizaciones, y la propiedad de la tierra se hizo común entre las personas, el matrimonio entre hombre y mujer (o mujeres) fue una de las maneras más utilizadas para aumentar el patrimonio de una familia, un clan o un pueblo; pero, la sexualidad no se limitaba solo a la procreación en el ámbito familiar, en todas las culturas sin excepción se utilizaba el placer sexual con fines religiosos, y a lo largo del tiempo la pasión amorosa humana, especialmente el aspecto físico y sensual, fue representándose en algo que finalmente recibió un nombre propio con los griegos: erotismo.
En el “erotismo” se encontró la inspiración para concebir leyendas, canciones y poemas, incluso para crear esculturas y pinturas; pero centrémonos en los primeros tres, y piensa en lo siguiente: ¿qué culturas se te vienen a la mente cuando hablamos de ese “erotismo”?… ¿griegos y romanos solamente? ¿o también egipcios, hindús, japoneses…? Es interesante, que a la mayoría se nos ocurre que el erotismo solo floreció entre las culturas de Europa, África y Asia ¿cierto? Y que en América, la rigidez moral de los indígenas, les impedía hallar en ese “erotismo” tema de inspiración.
Sin embargo, existen textos antiguos, recopilados de labios de los indios o directamente de códices como los “Códices Matritenses” de Bernardino de Sahagún, que cuentan poemas e historias cuyo propósito no es ser específicamente eróticos, pero nos muestra la picardía que podía existir entre esas culturas; sirva de ejemplo la historia del Tohuenyo, que forma parte del relato que narra los presagios de la huida de Quetzalcóatl y la ruina y posterior abandono de la ciudad de Tula.
Antes de leerlo, déjame contarte dos cosas:
Primero, había tres dioses hechiceros: Titlacahuan-Tezcatlipoca, Hitzilopochtli y Tlacahuepan, que querían poner fin a los logros y gloria de Quetzalcóatl o, quien, según algunos eruditos es el tal Huémac que se menciona en el relato. Estos tres dioses realizaron algunos portentos para poder destruir la grandeza que habían alcanzado los Toltecas. Uno de los portentos, consistió en lograr que Quetzalcóatl se emborrachara. Otro de los portentos, es el que cuenta la historia que te voy a narrar, donde Tezcatlipoca se convierte en un Tohuenyo, que era el nombre que le daban los toltecas a los habitantes de la huasteca y literalmente significa “Nuestro vecino”.
Segundo, si notas expresiones que parecen vulgares como “el pájaro” para referirse al falo, o “estaba bien buena” para referirse al atractivo de la mujer, no pienses que son errores de traducción, por increíble que parezca, son formas de expresarse que no cambiaron ni después de la conquista.
Ya sin más preámbulo, aquí tienes “La Historia del Tohuenyo”.
Y he aquí otra cosa que llevó a cabo Titlacahuan,
hizo algo que resultó un portento:
se transformó, tomó rostro y figura de un Tohuenyo.
Andando no más desnudo, colgándole la cosa,
se puso a vender chile,
fue a instalarse en el mercado, delante del palacio.
Ahora bien, a la hija de Huémac,
que estaba muy buena,
muchos de los toltecas
la deseaban, la buscaban,
tenían la intención de hacerla su mujer.
Pero a ninguno hacía concesión Huémac,
a ninguno le daba su hija.
Pues aquella hija de Huémac
miró hacia el mercado,
y fue viendo al Tohuenyo: está con la cosa colgando.
Tan pronto como lo vio,
inmediatamente se metió al palacio.
Por esto enfermó entonces la hija de Huémac,
se puso en tensión, entró en tan grande calentura,
como sintiéndose pobre
del pájaro del Tohuenyo.
Y Huémac lo supo luego:
ya está enferma su hija.
Dijo entonces a las mujeres que la cuidaban:
“¿Qué hizo? ¿qué hace?
¿Cómo comenzó a entrar en calentura mi hija?”
Y las mujeres que la cuidaban respondieron:
“Es el Tohuenyo, que está vendiendo chile:
le ha metido el fuego, le ha metido el ansia,
con eso es que comenzó, con eso es que quedó enferma”.
Y Huémac, el Señor,
en vista de esto dio órdenes y dijo:
“Toltecas, búsquese al que vende chile,
aparecerá el Tohuenyo”.
Y luego fue buscado por todas partes.
Y como no aparecía nadie,
por esto el heraldo empezó a pregonar
desde el Cerro del Pregón. Dijo:
“Toltecas, ¿Acaso en alguna parte han visto al vendedor de chile,
al Tohuenyo? Tráiganlo acá.
El señor lo busca”.
Enseguida se hacen pesquisas,
en ninguna parte anda,
revuelven toda Tula
y aunque hicieron todo esfuerzo
no lo vieron por ninguna parte.
Entonces vinieron a comunicar al Señor
que en ninguna parte habían visto al Tohuenyo.
Pero después por sí mismo apareció el Tohuenyo,
no más se vino a instalar,
donde había aparecido por primera vez.
Y cuando lo vieron los toltecas,
corrieron a informar a Huémac,
le dijeron:
“Ya apareció el Tohuenyo”.
A lo cual dijo Huémac:
“Venga acá a toda prisa”.
Apresurados fueron los toltecas a traer al Tohuenyo,
lo hicieron venir ante el Señor.
Y cuando lo trajeron ante él,
inmediatamente Huémac lo interrogó:
“¿Dónde es tu casa?”
El otro respondió:
“Yo soy un Tohuenyo,
ando vendiendo chilito”.
Y el señor Huémac le dijo:
“¿Pues qué vida es la tuya, Tohuenyo?
ponte el maxtle, tápate”.
A lo cual respondió el Tohuenyo:
“Pues nosotros así somos”.
Dijo luego el Señor:
“Tú le has despertado el ansia a mi hija,
tú la curarás”.
Respondió el Tohuenyo:
“Extranjero, señor mío,
eso no podrá ser.
Mátame, acaba conmigo,
¡muera yo!
¿Qué es lo que me dices?
Si no soy más que un pobre vendedor de chile”.
Entonces el señor le dijo:
“Pue no, tú la curarás, no tengas miedo”.
Y en seguida le cortaron el pelo,
lo bañaron y después de esto,
lo ungieron,
le pusieron un maxtle, le ataron la manta.
Y cuando lo dejaron así arreglado,
le dijo el Señor:
“Mira a mi hija,
allá está guardada”.
Y cuando el Tohuenyo entró a verla,
luego cohabitó con ella,
y con esto al momento sanó la mujer.
En seguida, se convirtió el Tohuenyo en el yerno del Señor.
Y luego por esto
hubo burlas acerca de Huémac,
los toltecas se mofaban, bromeaban acerca de él,
decían:
“¡Conque el señor ha hecho su yerno a un Tohuenyo!”
Entonces Huémac convocó a los toltecas,
les dijo:
“He oído que se dicen chistes acerca de mí,
que soy objeto de risa,
por haber hecho mi yerno a un Tohuenyo.
pues vayan a dejarlo con engaño
en Zacatepec, en Coatepec”.
En seguida anunciaron la guerra los toltecas,
todos a una se pusieron en movimiento.
Luego se van
para dejar abandonado al yerno.
Yéndose ya al lugar de la guerra,
colocaron a parte al Tohuenyo
con los enanos y tullidos.
Y puestos todos estos aparte,
se fueron los toltecas
para hacer cautivos
entre sus enemigos los de Coatepec.
El Tohuenyo dijo entonces
a todos los enanos y tullidos:
“No tengan miedo,
aquí acabaremos con ellos,
aquí en nuestras manos morirán”.
Y así las cosas,
hicieron huir
a sus enemigos los toltecas.
Pensaron estos
que sus enemigos matarían allí al Tohuenyo,
de este modo con engaño lo habían dejado,
lo dejaron a morir.
Entonces vinieron para informar al señor Huémac,
Le dijeron:
“Ya fuimos a dejar allá al Tohuenyo,
el que fue tu yerno”.
Mucho se alegró Huémac,
pensó que tal vez era cierto, que tal vez era así,
porque estaba avergonzado
de haber hecho yerno suyo a un Tohuenyo.
Pero aquel Tohuenyo,
que habían ido a abandonar en la guerra,
cuando vinieron ya sus enemigos,
los de Coatepec, los de Zacatepec,
entonces mandó
a enanos y corcovados,
les dijo:
“Tengan mucho ánimo,
¡no tengan miedo,
no se acobarden, no sean débiles,
no se dejen matar!
Yo lo sé,
Todos ustedes harán cautivos,
como quiera que sea a todos los matarán ustedes”.
Y cuando sus enemigos
vinieron a caer sobre ellos, a oprimirlos,
luego el Tohuenyo y los suyos los hicieron caer a tierra,
les dieron muerte, acabaron con ellos,
a muchos destruyeron;
tantos,
que no pudieron contarse,
los que mataron de sus enemigos.
Y cuando el Señor Huémac oyó esto,
mucho se perturbó y se abatió,
convocó luego a los toltecas,
les dijo:
“Vamos a encontrar a su yerno”.
Con esto se ponen en movimiento los toltecas,
se alborotan.
Van en compañía del Señor, van a su alrededor,
van en tumulto,
para encontrar al Tohuenyo.
Van llevando los toltecas adornos,
un tocado de plumas de quetzal,
un escudo hecho de mosaico de turquesas.
Cuando estuvieron cerca del Tohuenyo,
luego le hicieron regalos,
le dieron el tocado de plumas de quetzal,
y su escudo de mosaico de turquesas,
y todos los adornos que llevaban consigo.
Con estas insignias va bailando,
va bailando la danza del cautivo, va haciendo contorsiones,
va haciendo ostentaciones, cambiando de lugar.
Ellos le van cantando.
El canto se va matizando,
el canto va repercutiendo.
Le van tocando flautas,
las trompetas van resonando,
los caracoles van lanzando su sonido.
Y cuando llegaron al palacio,
entonces pusieron plumas en la cabeza del Tohuenyo
y lo ungieron de amarillo.
Y le pitaron su rostro de rojo.
Y todos sus amigos igualmente fueron ataviados.
Y después dijo Huémac
a su yerno:
“Ahora quedó satisfecho el corazón de los toltecas
de que tú seas mi yerno.
Lo haz merecido;
toma haciendo en la tierra,
da reposo a tus pies”.
Sin duda, la historia del Tohuenyo es un relato peculiar e interesante; si quieres saber más y conocer otros relatos prehispánicos, puedes encontrarlos en el libro de Miguel de León Portilla titulado: “Erótica náhuatl”.
1 comentario
Saludos, es una excelente leyenda, creo que nuestros pueblos al ser sometidos, por la conquista tanto por las armas como espiritual, perdió mucho de su literatura y tradiciones, por lo mal informado de los clérigos que llegaron
con los conquistadores, y desde luego por exagerado fanatismo religioso.
Gracias