¿UN MEXICANO EN EL TITANIC?

Por Alexander Martínez.

El 10 de abril de 1912 a las 12:00 horas zarpó de Southampton, Inglaterra, el transatlántico más grande del mundo hasta ese momento, ¿su destino? Nueva York , al cual nunca llegó, pues en la noche del 14 a la madrugada del 15 de abril de 1912, 2 horas y 40 minutos después de chocar contra un iceberg, se hundiría durante su viaje inaugural el que a la postre se convirtió en uno de los barcos naufragados más famosos del mundo: el Titanic.

Del Titanic no se puede escribir algo que seguramente no sepas ya, pues ha cautivado tanto la curiosidad e imaginación de propios y extraños que a día de hoy es difícil hallar a alguien que no sepa algún dato sobre este barco y su naufragio.

Un barco equipado con lo último en lujo y comodidad, que contaba con gimnasio, piscina, biblioteca, restaurantes de lujo, opulentos camarotes de primera clase, etc. Pero con solo 20 botes salvavidas de los 64 que debía haber llevado y que al final contribuyeron a salvar solo a 706 personas de las 2,223 a bordo.

En fin, casi nada nuevo sobre el Titanic, pero no así de sus viajeros y tripulantes, de ellos aún se pueden escribir algunas líneas, y el que nos ocupa el día de hoy tiene una característica especial: era mexicano.

Manuel Uruchurtu

Nos referimos a Manuel Uruchurtu Ramírez, quien nació el 27 de junio de 1872 en Hermosillo, Sonora, México. Como datos rápidos podemos decir que, fue hijo del Capitán Mateo Uruchurtu Días y Mercedes Ramírez Estrella, al formar parte de una familia con buena solvencia económica, pudo viajar a la Ciudad de México para estudiar derecho en lo que hoy es la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y con el tiempo se casó con su compañera Gertrudis Caraza y Landero, una dama de alto nivel social, con quien procreó 7 hijos.

Pero ¿cómo termino Don Manuel a bordo del Titanic? Bueno, al terminar sus estudios, se instaló en la Ciudad de México con su familia y comenzó su práctica legal. En la época del Porfiriato (1876- 1911) Don Manuel se convirtió en una figura bien establecida en la escena nacional, cultural y política gracias a la ayuda del general Ramón Corral, que le abrió las puertas a la vida política del país. Sin embargo, tras el estallido de la revolución mexicana, Don Porfirio Díaz se exilió en Francia (1911) junto con muchos otros ex funcionarios del gobierno, entre ellos Ramón Corral; Don Manuel se encontraba ahora en una situación menos favorable, pues por su estatus financiero se hallaba entre las «catrines», es decir, personas ricas con alianzas muy bien definidas con el antiguo régimen; sin embargo, eso no impidió que continuara su vida en nuestro país.

A pesar de la situación convulsa del país, Don Manuel, de unos 40 años de edad, decidió viajar a Francia a mediados de febrero de 1912, para visitar a su antiguo amigo, el general Ramón Corral. Después de reunirse con el Sr. Corral y quizás con Don Porfirio Díaz también, decide regresar a México, y para ello reservó un lugar en el SS France para viajar el 10 de abril. Pero resulta que el yerno de Corral, Guillermo Obregón, también quería regresar a México, solo que él había reservado un pasaje en el Titanic. Quizás atraído por la idea de que sería el viaje inaugural del transatlántico más grande construido hasta entonces, o por alguna otra razón (la verdad desconocemos la conversación), al final Obregón persuadió a Uruchurtu para que intercambiaran sus boletos. Así, Don Manuel obtuvo el boleto número 17601 para viajar en primera clase a bordo del Titanic.

Lo que le ocurrió al barco ya lo sabemos, pero ¿qué ocurrió con Don Manuel?

Se dice que cuando el bote salvavidas número 11 estaba a punto de descender, Don Manuel observó que una pasajera, Elizabeth Ramell, rogaba al oficial a mando que le permitiese abordar, pues en Nueva York su esposo e hijo la esperaban. Al notar la desesperación, de la mujer, Uruchurtu abandonó el bote salvavidas y le cedió su lugar a la dama pidiéndole que en caso de que él muriera, visitara a su esposa y familia en México para hacerles saber sobre sus últimos minutos en vida. La mujer se salvó, pero Don Manuel Uruchurtu falleció en el hundimiento del Titanic. Tiempo después se descubrió que Elizabeth Ramell había mentido, pues no estaba casada ni tenía hijos. No obstante, sí cumplió su promesa cuando unos 10 años después (mejor tarde que nunca), en 1924 viajó a Xalapa, Veracruz a investigar de la viuda de Uruchurtu y contarle la historia de los últimos momentos de su marido.

Sin duda una historia muy caballeresca, ¿no es así? Pero… te tengo una mala noticia, la escritora Guadalupe Loaeza que investigó esta historia, llegó a la conclusión de que no había ningún documento fidedigno que corroborara los hechos, solo los testimonios de algunos familiares de Don Manuel Uruchurtu. Aun así, si quieres saber más sobre la historia de este personaje, te recomiendo la lectura de su libro “El caballero del Titanic” donde expone su investigación de casi ocho meses de este “mexicano en el Titanic”.

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