DESAPARECEN LOS SUELDAZOS

Como lo ha señalado el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador en repetidas ocasiones: “no puede haber gobierno rico, con pueblo pobre”. Ese había sido uno de los mensajes centrales de los titulares del Poder Ejecutivo tras su llegada al poder, pero nadie se había atrevido a cumplirlo por temor a represalias.

A través del tiempo, la mayor demanda de la sociedad siempre ha sido que los servidores públicos perciban un sueldo bajo, suficiente y acorde a sus funciones; sin embargo, cada administración antes de llegar a la mitad del sexenio se reasignaba un monto superior al que se había estipulado públicamente en los primeros días de mandato.

Prácticamente la reducción era cubierta con los meses siguientes o a través de bonos y nominas fantasma. Los datos nunca mienten, por eso es absurdo que varios funcionarios en México llevaran a sus bolsillos más de 500 mil pesos mensuales. Muchos ni siquiera tenían que preocuparse por el pago de impuestos, del combustible de sus vehículos, alimentación, atención médica e inclusive el personal que laboraba en sus hogares; así era el sistema.

Los sueldazos se convertían en la solución a todos sus problemas y adicionalmente los empoderaban de tal forma que olvidaban servir para servirse. Se volvían arrogantes, prepotentes, déspotas y cegados por el dinero se alejaban a un más de quienes los eligieron.

Pero todo llega al límite; hoy la historia comenzó a cambiar, o eso es lo que el nuevo Gobierno de México quiere hacernos creer. A pesar de que muchos se han pronunciado por la inconstitucionalidad de la Ley de Remuneraciones, sólo dicho instrumento podría terminar con las décadas de corrupción que han permeado en las administraciones. Si Obrador consolida lo expresado en su discurso tratando de bajar el sueldo de todos los servidores públicos de primer nivel, se ganará aún más el corazón de sus seguidores.

Por otra parte, también deberá mejorar los ingresos de la sociedad, incentivar a las empresas y otorgarles beneficios para que estas a su vez se comprometan a pagar lo justo a sus trabajadores. Tendrá que motivar a quienes generan fuentes de empleo para que amplíen sus negocios y poco a poco puedan aperturar nuevos espacios.

Deberá buscar nuevos acuerdos comerciales, promover y detonar la inversión; pero sobre todo, poner en alto el nombre de México a nivel mundial. Es justo y apremiante poner fin a los excesos, transformar la forma de hacer política, terminar con los cacicazgos, apostarle al cambio y comprometerse de verdad.

¿Logrará Obrador consolidar su deseo de abatir el problema de raíz o después de algunos meses regresará a la vieja política del sistema?

http://www.juancarlosmirandadepaz.com

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