Al igual que en
todas las prisiones, los días dentro del Centro de Prevención y Readaptación
Social Santiaguito transcurren lentamente; el encierro, el estrés y la
depresión son parte de la dura realidad con la que 350 reclusas deben aprender
a vivir, sin embargo, en su cruda cotidianidad ellas no están solas pues
actualmente tienen una nueva oportunidad de superación, de ser productivas en
prisión y de reintegrarse exitosamente a la sociedad.
Hace seis meses, cuando la señora Verónica escuchó que las integrantes de la
Fundación Evita llevarían un taller de bordado Sashiko, una técnica milenaria
japonesa, pensó que sería un proyecto que fracasaría a los pocos días.
Pronto se dio cuenta que las clases de Sashiko se mantuvieron e, incluso, la
cantidad de reclusas que se inscribían comenzó a crecer; fue en ese momento
cuando ella y sus compañeras se percataron que tenían a su alcance una
alternativa para trabajar, recuperar su papel dentro de sus familias y realizar
una actividad que les serviría como terapia para hacer más llevaderos sus días
tras las rejas.
“Nunca lo imaginamos de verdad, nos ponemos a platicar así cuando nos decían
‘les voy a poner su taller’ así y así, decíamos ‘¿Si crees que sea cierto eso?’
Estamos viendo que sí es verdad, que sí hay gente que se interesa por nosotros,
que sí hay gente que quiere que salgamos adelante. Me hace sentir útil, me hace
sentir importante, me hace sentir que le importamos a alguien, que no nos
marginan”, expresó.
Superar el abandono de sus parejas, de sus amigos e incluso de sus familias es
uno de los problemas más difíciles de afrontar en reclusión, más cuando esta
situación es común dentro de las cárceles, sin embargo, de acuerdo con
integrantes de la Fundación Evita, es mediante el trabajo como ellas buscan
reconectar con la sociedad y especialmente con sus familias.
“Además de ayudarles mentalmente a que estén más tranquilas y se enfoquen en
otras cosas positivas, les da un trabajo, el trabajo ayuda a que ellas puedan
aportar desde la cárcel sustento para su familia, a que su familia las vea
desde otra perspectiva, como alguien que está preocupándose por salir adelante
y que sus hijos, la gente que está afuera, tenga el apoyo para no volver a
delinquir», señaló Mariana Aguilar, integrante de Fundación Evita.
A pesar de las circunstancias que hoy enfrenta, Eira, joven de 28 años y madre
de tres pequeños, de los cuales el menor se encuentra con ella en prisión,
considera que ellos son el mayor regalo de la vida y su principal motor que le
impulsa a continuar luchando.
La joven reconoce que convertirse en madre en este momento de su vida ha sido
complicado, no obstante y pese a llevar cinco años en la cárcel, ella busca la
manera de que esto no le afecte a ella ni a su bebé.
“Una forma de tener un trabajo digno, una forma de sustentar a mi hijo. Yo soy
mamá soltera, aparte de otras dos niñas, y es un apoyo el que yo le puedo dar a
mi familia porque yo soy originaria del estado de Oaxaca, es complicada mi
situación, pero es una manera también de ayudarme con gastos personales, como
por ejemplo un shampoo, un papel de baño, a veces comprarle una manzana a mi
hijo”, comenta al sostener en brazos a su pequeño de nueve meses.
Una de las mayores ventajas de este proyecto, además de la remuneración
económica que reciben las reclusas, es que les permite tener un momento de
reflexión, pues al bordar a mano ellas se sumergen en sus pensamiento, lo cual
ha permitido disminuir comportamientos agresivos, además de dar cierta
tranquilidad en el pabellón femenil donde conviven diariamente 350 mujeres.
“Hemos visto cómo de ser mujeres ansiosas, con depresión, agresivas,
problemáticas, hemos visto que se han transformado en mujeres en calma, que
muchas han dejado de estar deprimidas y que encuentran en este oficio un
sentido de paz y de tranquilidad”, aseguró Tatiana Ortiz Monasterio, integrante
de Fundación Evita.
Con más de 20 reclusas inscritas en los primeros meses de las clases de
bordado, las expectativas del proyecto son buenas, pues el interés por aprender
este oficio crece conforme otras prisioneras observan el trabajo que se realiza
en clases, donde las pacientes manos de las reclusas confeccionan originales
piezas como cojines, manteles, cosmetiqueras y otras.
Por ello, este 5 de febrero, cuando el taller sea concluido en el patio de esta
sección del penal, ubicado en Almoloya de Juárez, se espera que más mujeres se
sumen y consoliden esta iniciativa que, en conjunto, emprenden las integrantes
de esta fundación y autoridades del Gobierno mexiquense.
“Que lo compren, porque no sólo se dan el lujo de tener algo hermoso, bonito,
sino que también están ayudando a personas como nosotras que sí lo
necesitamos”, finalizó Verónica, quien lleva dos años de reclusión en este
penal.
Para adquirir las piezas que ahí elaboran, apoyar a Fundación Evita o solicitar
más información, los interesados pueden escribir al correo electrónico contacto@fundacionevita.org.